jueves, 23 de abril de 2009

Sin título

Un día le dije a mi hermano
Vamos a jugar
¿Quién quieres ser?
¿Abel o Caín?
Lo extraño tanto...

El Zeleny (desacentuado)
Hermonora, Sonillo.
**********

Los Malos

Los Malos. ¡Qué grande concepto!
Qué gran número de majaderos peligrosos reunidos.

Últimamente están por todas partes,
se parecen bajo las aceras,
se descuelgan de las farolas,
emergen del alcantarillado,
caen del cielo.

Es el Apocalipsis,
se acerca cada día más mientras el cerco
se va cerrando sobre nuestras cabezas.
Vendrá sin las siete plagas ni jinetes,
vendrá camuflado entre las cosas bonitas,
entre las cosas que amamos.

Bajo las alfombras,
dentro de un cubito de hielo,
detrás de una sonrisa sincera,
los malos.

Y luego dicen que los sudacas nos invaden.
Horror, horror.
Por suerte, los hijos de alguien, que no los nuestros,
nos pagarán la jubilación.
Sudacas por todas partes.
Horror, horror.
Vienen a llevarse el oro que les robamos hace 500 años
y vienen borrachos y exaltados de fe cristiana.

Pero para los malos
hay muchas clases de invasión.
El hooligan que vomita pollo frito
y bebe en la calle hasta caer
es un invasor aduanero,
paga impuestos especiales.
No se le puede molestar en su viaje a isla paraíso.
De hecho, hay que protegerle.
Sus hijos no pagarán nuestra pensión pero sí nuestra manutención.

Guiris inviolables que pasean tranquilos.

Y todo esto lleno de moros,
qué imagen vamos a darles.
Menos mal que los gitanos se han reciclado en atracción turística.

Los malos desde dentro de mis tripas,
los malos disfrazados de mi madre,
los malos en el hilo de mi tampax,
los malos,
per tot arreu.

Y me despierto muchos días pensando
que los malos habían llegado hasta mi misma cama
para meterme espías por el culo.
Me despiertan también sus sirenas en la noche
con su lenguaje secreto.
Son sirenas que no saben nadar.

Los malos corriendo por mis venas,
entre las vértebras los malos,
los malos en las puntas de los dedos.
Majaderos.
Peligrosos.
Reunidos.

Esto es el fin del mundo (y el suicidio también está castigado).

Diana J. Torres
Barcelona, España

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