viernes, 22 de mayo de 2009

Azul cobalto

Azul cobalto (fragmento)

Femme heroine

Mujer asesina
No hay sitio más deseado que tus muslos de adicción
ahora que la tarde es el ala parda de un pájaro muerto

El delirio bebe sangre de esa herida
y los estercoleros amasan
la podredumbre de su peste con su sombra enfurecida
Ni hay angustia
más abrasiva que la de tu ausencia
Mordiscos de aguamala pudriendo el antebrazo

En la polvareda canicular del desierto
donde se disipa la sensación de la tormenta
tu cuerpo es bendición y miel y veneno

En La Mariscala es posible conducir ebrio
con alucinaciones terribles sobre el sexo de una hermana
O en la congoja pasiva de que un golpe vendrá en cualquier rato
a quebrar el parabrisas con una piedra --oh, la piedra--
o la plata de una hebilla

Alguien oferta en Marsicala un gramo
por diez billetes grandes de historia americana
que el escozor del hambre tatuó sobre los brazos

Speedball
tu pezón de látex es el corte
transversal en la espalda adolescente de morfina
Duro y festivo como la bellota
de amapola que asilas bajo el vientre
Por ti somos el espejismo de los muertos en vida
Ingenua dama blanca
Heroína
Los días pasan a tu paso
en sentido inverso: con la prisa de un hipócrita suicida

Heroína
Tu nombre lo escribió la Bayer en la mugre del lado mexicano
--durante las primeras décadas del siglo veinte--
para ordenar crecer en tus ojos
amaranto
con la flor más hermosa de raíces del café luctuoso
más poderoso que la adormidera de opio

Un automóvil en el pecho ardiendo
Un carro rojo latiendo desborda
se completa madrugada con el acelerador
que se hunde enfermo hasta el fondo
Mexican brown Azúcar morena como la piel de un bracero
Una gota negra en tu boca
destiñe tus labios para hablar sobre un futuro incierto

Una aguja cala y lame fuego adentro de la sangre
para mirar molido el calendario
girar de una manera loca
mientras tus dedos entumecen mi nuca y me destrozan.


Carlos Ramírez Vuelvas (Colima, Col., 1981)

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